lunes, 11 de abril de 2011

Un Algeciras con garra gana al San Fernando y a otro mal arbitro

En el Nuevo Mirador la importancia de una victoria se mide en decibelios. La de ayer fue estruendosa, porque el algecirismo rugió como hacía años para impulsar a su equipo a un triunfo fundamental sobre el San Fernando. El 2-0 lo devuelve a la cuarta plaza, es decir a la zona que da derecho a disputar la fase de ascenso, y le concede el premio extra del goal average particular, que no se sabe qué importancia puede tener en la resolución de una Liga muy igualada.

La explosión de júbilo del final no se explica sólo con los efectos clasificatorios del resultado. Sólo un equipo y una afición que están sufriendo lo que los albirrojos (ya se sabe, los problemas económicos y sus derivados) pueden justificar la alegría que se dieron tras un encuentro que vivieron con los sentimientos a flor de piel. Que ambos olvidaran sus rencillas entorno a un balón y conectaran del modo que ayer lo hicieron en La Menacha -y que los que juegan lo hicieran con el corazón en la mano- fue clave para que el Algeciras no se llevara una decepción, lo que hubiera sido hasta lógica y hasta cierto punto justificable teniendo en cuenta las circunstancias de la temporada.

El partido fue intenso y emocionante a más no poder, que no bueno. De hecho, de la primera parte no puede contar apenas nada porque no ocurrió apenas nada. El Algeciras quiso restar los primeros 45 minutos al partido y se centró en impedir que el San Fernando, que venía lanzado, hiciera su fútbol. Lo consiguió, pero a base de casta, de concentración, de sacrificio. Hubo una ocasión por bando y no demasiado clara. La primera la malograron los algeciristas (6') y la segunda la atrapó Reina. Nadie podía pensar que el malagueño iba a acabar convirtiéndose en el pilar en el que su equipo cimentaría el triunfo.

La segunda parte ya empezó distinta. May se fue en el área y Sambruno tuvo que agarrarlo para que no marcara (46') poco antes de que Álvaro Benítez cabeceara en el segundo palo un centro de Mena pero no acertara con la portería. En el minuto 59 los de casa reclamaron un penalti de Sambruno sobre May del que el árbitro se desentendió, pero que desde la grada pareció claro. Unos minutos después, el delantero hizo justicia poética y peinó lo justo un balón en largo para dejar a Chapi solo ante Zamora, al que batió con la izquierda. El gol se celebró como el de un ascenso. Hacía ya rato que el público no dejaba de aplaudir, de tocar palmas, de cantar ese 'sira, sira' que cuando suena es porque algo importante se cuece. El trabajo de los de Pablo había sido antes encomiable y después fue titánico. Y eso que no lograron dormir el partido, como mandan los cánones del fútbol, porque enfrente tenían a un gran equipo al que había apabullado con un espíritu guerrero que quizás no esperaba.

El árbitro perdonó la roja al meta visitante Zamora cuando éste tocó el balón con la mano fuera del área en la jugada previa a que Raúl Domínguez lanzara una falta que salió rozando la cruceta. Y la gente venga a dar ánimos a los suyos, incluso después de que Chapi fallara solo ante Zamora (70') en una jugada que hubiera significado la sentencia.

Reina apareció en el minuto 74 para despejar a córner una falta que le envió con veneno Diego Castillo. Fue el preludio de lo que haría el sanpedreño. A Pedro Carrión, contrastado como uno de los mejores delanteros del grupo aunque ayer poco consiguió hacer, le hizo un paradón en el 85' cuando Canito le sirvió el tanto del empate desde la izquierda. Un minuto después le aguó a Iván Guerrero un gol ante su ex equipo cuando éste remató a bocajarro. También detuvo poco después un disparo del tarifeño Dani Hoyos, cuando ya la grada había convertido al cancerbero en su ídolo y éste vivía su apoteosis.

Es verdad que el San Fernando estaba tan volcado en el área contraria que tuvo que desguarnecer la suya. La teoría de la manta. El Algeciras le avisó en un par de ocasiones hasta que en el minuto 93 Chapi lo cogió en una contra y quitó a los azulinos el último arreón. Después algecirismo vivió su momento de éxtasis. Incluso bajo las más cruentas tormentas llega un momento en el que escampa.

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